¿Alguna vez has escuchado o
dicho alguna de estas frases? “¡No puedo hacerlo!” “¡Mi circunstancia no
mejorará!” “¡Él/ella no cambiará!” “¡Ya perdí la cuenta de cuántas oportunidades
he decidido para que cambiar!” “Seguir
esperando… ¿Y para qué?”
Salmista y Adorador: Wilver Santoyo |
En ocasiones, la sombra de
la duda incrementa los pensamientos de incertidumbre e impaciencia y finalmente
éstos sobrepasan a aquélla. ¿Qué tal si sientes que ya has soportado y esperado
lo suficiente, y estás a punto de darte por vencida?
“No perdáis, pues, vuestra
confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para
que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Mas el justo
vivirá por fe.” Hebreos 10:35-36
Esos pensamientos de y días de
amargura pudieran venir con frecuencia a tu mente y a
tu vida, siendo más continuos en este mes en que comercialmente se celebra el
amor y la amistad; te llenas de cuestionamientos y sientes que ya no tienes
fe de cambiar. O que tu pareja te mientes
que son cosas que te fusta
Te pido que me acompañes por
un viaje a redescubrir un amor que rompe cadenas. Los eslabones de la falta de
fe, de la duda, desconfianza e impaciencia son rotos por el gran amor de Cristo
que nos hace libres. Y al recibir nuestra identidad junto a Jesús, somos
copartícipes de esta libertad que cubre multitud de faltas:
Con respecto las cadenas de
amargura, en el libro a los hebreos capítulo 12 versículo 14 y 15 dice: “Busquen
la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Asegúrense de
que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote
y cause dificultades y corrompa a muchos”. La amargura nace en nuestro interior
por la falta de perdón o por la falta de fe para superar una situación
determinada, es cuando nos dejamos arrastrar por las heridas o la desilusión.
Si tienes recuerdos constantes de situaciones pasadas, como heridas
emocionales, frustraciones, o si acostumbras a decir palabras pesimistas, es porque
tienes una raíz de amargura. No podrás avanzar en la vida, no podrás alcanzar
grandes cosas, no podrás dejar fluir las bendiciones, ni el poder del Espíritu
Santo si dejas que la amargura esté presente en tu corazón. Hoy Dios te dice,
renuncia a vivir amargado porque te ayudaré a superar los problemas para que
vivas libre y feliz.
Pronunciemos juntos esta
oración: Padre hoy decido renunciar a toda clase de amargura en mi corazón,
perdono y dejo atrás las frustraciones, las heridas y la desilusión, para darle
lugar a tu presencia en todas las áreas de mi corazón. Lléname con tu amor y
con tu Espíritu Santo para poder mirar el futuro con fe y esperanza en el
nombre de Jesús.
Cristo es el reflejo del
verdadero amor sacrificial, pues soportó la carga de nuestros pecados, por
amor, por medio de Su gracia. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más
tenga vida eterna.” Juan 3:16
Las promesas de Dios nos
transforman de adentro hacia afuera de manera tal que podemos confiar en la
providencia de Dios, pues ahí radica la verdadera seguridad, “Y conocerás que
yo soy Jehová, que no se avergonzarán los que esperan en mí.” Isaías 49:23
Frente a cualquier
circunstancia, lo esencial es que nuestra fe descanse en la Palabra escrita de
Dios para que nuestro principal enfoque sea examinar el ejemplo de Cristo y Su
llamado a que vivamos con un corazón confiado en lugar de dejarnos controlar
por nuestras emociones, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2
Abracemos la realidad de la
gracia sin medida, el amor incondicional y la esperanza redentora por medio de
Cristo para dar los primeros pasos fuera de la sombra de la incertidumbre e
impaciencia.
Identifiquemos aquellas
circunstancias desencadenantes de duda, enojo e inquietud y los efectos
destructivos que tienen sobre nuestras relaciones y la manera en que expresamos
amor.
Solo entonces viviremos más
allá de las sombras de la duda por medio de Aquel que rompe toda cadena de amargura.
Finalmente recordemos, “El
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la
verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor
nunca deja de ser…” 1ª Corintios 13:4-8
¿Cuáles circunstancias que
desencadenan el pecado de la duda, incertidumbre o impaciencia están afectando
tu relación con otros? ¿Por qué no le pides al Señor que rompa esas cadenas y
descansas plenamente en Cristo? ¿Cómo puedes hacer cambios y mostrar el amor de Cristo en tus relaciones?