Aprende a
vivir sin estar turbado ni afanado. En quietud, el Señor te dará escrituras que
te ayudarán a solucionar tus problemas
Vivimos apresurados, afanados por muchas situaciones. Queremos hacer todo
rápido, las mujeres quisieran tener a sus bebés en 3 meses, ¡qué bueno que la
naturaleza se resiste a nuestro afán! Ya no te tomas el tiempo para vivir cada
experiencia. Comes a prisa, duermes poco y ese estilo de vida genera estrés y
ansiedad.
En la quietud descubrimos soluciones
Respecto a la capacidad de escuchar con calma, la Escritura nos dice en
Eclesiastés 9:17-18: Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores
que el clamor del señor entre los necios. 18. Mejor es la sabiduría que las
armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.
Esto significa que debes aprender a escuchar tranquilamente al sabio. La
sabiduría se transmite a quien escucha con atención. La quietud no significa
inactividad. La palabra quietud en hebreo significa: “Estar quieto, callado,
sin interrupciones”.
Deseamos encontrar solución a nuestros problemas. Acudes a la iglesia a
escuchar consejo, pero si no pones atención, si tienes la mente en otro lugar,
no podrás escuchar ni aprender. Muchos acuden al jefe en busca de ayuda para
solucionar un problema, pero no tienen calma para escucharle, incluso se
adelantan a responder cuando la otra persona no ha terminado de hablar.
Esta actitud además de crear confusión incrementa el estrés y no contribuye a
solucionar nada. Nunca debes sacar conclusiones apresuradas o poner en boca de
otros alguna palabra que no han dicho.
Aprende a escuchar. Tu actitud para escuchar debe ser calmada y apacible. Si
estás ansioso y enojado no escuchas, solamente esperas algo que te provoque
para reaccionar. Para poder escuchar y hablar es necesario encontrar primero la
paz interior.
Es importante también encontrar el momento oportuno para ser escuchado. A
veces, cuando intento enseñar o dar instrucciones y veo que las personas a
quienes me dirijo están distraídas, prefiero callar y esperar a que mis oyentes
tengan una actitud receptiva.
El afán nos aleja de lo importante
Cuando vivimos a prisa no disfrutamos nada. Sobre esto la Escritura nos dice en
Lucas 10:38-41: Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una
mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se
llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero
Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te
da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me
ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada
estás con muchas cosas.
Marta estaba encargada del banquete para el Señor. Como nosotros, quería
ofrecerle lo mejor a Él. Pero estaba muy afanada. Tanto que perdió el enfoque
en lo que realmente era valioso.
Algunos creen que la solución es no tener nada qué hacer. Pero están
equivocados. No hacer nada es tan malo con hacer más de una tarea a la vez. No
puedes hacer muchas cosas al mismo tiempo, y si lo intentas ninguna sale bien.
Si le das a cada cosa su momento y su lugar todo lo harás mejor.
El problema de Marta era que estaba haciendo una cosa pero pensaba en muchas
otras y eso la afanaba. La palabra afanada en el griego significa
ansioso, preocupado.
En Lucas 10:42 leemos lo que Jesús le responde: Pero sólo una cosa es
necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Cuando estudiamos Economía aprendemos sobre la pirámide de Maslow. Ésta nos
indica que el hombre satisface sus necesidades primarias: comida, vestido y
techo, hasta llegar a la autorrealización. Maslow se olvidó de la necesidad
espiritual que debería ser la primera. Para este psicólogo la autorrealización
se alcanza cuando, luego de satisfacer nuestras necesidades básicas, somos
capaces de meditar y dedicarnos a cultivar nuestro espíritu, leyendo o
escribiendo un libro y reflexionando. Quizá por eso la sociedad está de
cabeza. Lo mejor sería primero meditar para luego
actuar y proveernos de lo necesario.
Jesús dijo: “hay una sola cosa necesaria”. Si llenamos nuestra necesidad
espiritual, si saciamos nuestra hambre y sed de Dios, el afán por lo demás
empezará a desaparecer. La palabra de Dios nos da instrucciones, si las
escuchamos y seguimos, el afán por el vivir desaparece, no nos turbará. Esto se
aplica a todos por igual. No es necesario ser predicador para leer, creer y
llenar nuestra necesidad con su palabra.
Cuando vives por tu propio interés y no por el de los demás, terminas afanado y
angustiado. Las personas egocéntricas manejan mucha ansiedad porque están
concentradas en sus problemas y no piensan en el prójimo.
El Señor no quiere que estés sin ocuparte, quiere que no te afanes mientras
estás ocupado. El agotamiento no viene por el exceso de trabajo sino por el
afán y el exceso de preocupación. Terminas agobiado y agotado por una actitud
mental más que por una actividad física.
Consecuencias negativas del afán
Primero: El afanado habla mal de quienes no lo están. El adicto al trabajo se
compara con los demás y se siente superior. Ahora se alaba el estrés porque se
cree sinónimo de éxito. Pero es necesario encontrar un balance.
Hay corporaciones que antes de contratar a un nuevo empleado le preguntan:
¿está dispuesto a trabajar duro, al punto de sacrificar a su familia si la
empresa lo requiere? A las personas que responden positivamente no las
contratan, porque saben que están contratando a alguien problemático, incapaz
de manejar diferentes aspectos de su vida. En sus inicios, la compañía
fabricante de autos Ford sólo contrataba personas casadas. Era como una familia
que vivía pendiente de su trabajadores. Sabían encontrar personas que lograban
balance en sus vidas y le daban lugar tanto al trabajo como a su vida personal.
Segundo: El estresado siempre se victimiza. Es típico que las personas
dedicadas a muchos quehaceres sientan que se aprovechan de ellas.
Marta criticó a su hermana. La versión de la Biblia al Día dice: “¿No crees que
es injusto que mi hermana esté allí sentada mientras yo me mato trabajando?”
Ella debió dejar de acusar, dejar la cena de lado y, al igual que María, se
hubiera dedicado a escuchar a Jesús.
¡Con esta actitud también acusaba al Señor! Es como si le dijera: “¿No crees
que es injusto que sólo yo tenga que hacer la cena, por qué no le dices a mi
hermana que me ayude? Es injusto que te escuchen a ti cuando hay mucho
quehacer”.
Debes tener cuidado de no acusar al Señor por tu forma de administrar el
tiempo. Muchos cansados y estresados terminan en el hospital. Algún amigo
cristiano intentando ministrar al enfermo le dice: “El Señor te mandó a
descansar”. ¡Cuidado con blasfemar! Dios no te envía enfermedad para castigarte
o darte una lección. Es tu necedad la que te enferma. Si te enfermas por estrés
no culpes al Señor, mejor aprende a escuchar su Palabra y no te afanarás.
Una cosa a la vez
Enfócate en una cosa y la harás bien. Si te afanas en muchas cosas a la
vez, no lograrás terminar ninguna con éxito. Detente a disfrutar lo que vives.
Si necesitas consejo para priorizar tus tareas, háblale al Señor. Él te dará
paz.
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