enero 30, 2015

LA FE


La confianza: una actitud natural

El mundo de hoy muchas veces cuestiona a las personas que tienen fe. Se les considera ingenuas, ilógicas, supersticiosas. Parecería que para tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo resulta difícil creer en algo o alguien sin poder verlo con los propios ojos y tocarlo con las propias manos.
Creer y confiar en la palabra de otra persona es, sin embargo, algo natural y cotidiano; ni siquiera el más convencido ateo podría considerarse un incrédulo absoluto, pues cada vez que adquiere un producto o un alimento confía en las personas que lo han elaborado. Tal vez no creerá en Dios, pero en lo cotidiano "creerá" en muchísimas cosas y personas sin estar constantemente analizando las razones para hacerlo. Por ejemplo, cuantas veces creemos, sin cuestionar, lo que dicen los noticieros, las películas o los diarios. Más aún, le creemos a las personas que amamos, o a quienes les reconocemos cierta autoridad, sin tener que estar verificando constantemente lo que nos dicen. Sería realmente imposible vivir si dudásemos de todo lo que se nos dice hasta que sea demostrado. El mundo, es un sentido, se paralizaría.
Para el ser humano natural creer y confiar y la fe cristiana, que implica un acto similar en cuanto es creencia y confianza, es una postura nartual, que no hace a los cristianos ni ingenuos, ni tontos, ni ilógicos. Sin embargo, resulta comprensible que para temas más trascendentes y misteriosos exijamos mayores razones, y está muy bien que sea así.

Fe: don de Dios y acto humano

La disposición natural de las personas para creer y confiar encuentra una seguridad y una certeza muy grande en la virtud teologal de la fe, porque es confiar en Dios, quien nunca nos falla ni nos abandona, que ni se engaña ni nos puede engañar.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la fe es la adhesión personal del hombre a Dios que nos ha creado a su Imagen y Semejanza y, además, ha querido revelarse, darse a conocer. Dios «habla a los hombres como amigo, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunión consigo y recibirlos en su compañía. La respuesta adecuada a esta invitación es la fe». Por la fe nosotros aceptamos a Dios que se revela, aceptamos su invitación a vivir con Él.
El Catecismo nos ilumina, además, dando dos características muy importantes de la fe.
  1. En primer lugar afirma que la fe es una gracia, un «don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él». Es un regalo que Dios nos da, manifestación inmensa de su amor. Dios no le niega nunca este regalo a quien lo busca sinceramente y lo pide con humildad.
  2. Por otro lado Dios respeta la libertad del hombre. La fe es también un acto humano, que depende de la libertad y la inteligencia del hombre que deposita su confianza en Dios y se adhiere a las verdades por Él reveladas.
Recordemos siempre, entonces, que como todo don divino, la iniciativa es de Dios. Él nos ama primero, y nos ofrece la gracia de la fe que ilumina nuestro entendimiento y voluntad. Como toda invitación, espera una respuesta. Esa respuesta al don de la fe es la aceptación libre, el asentimiento a las verdades y promesas por Él reveladas.








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